Loro gris africano (Psittacus erithacus) El loro gris africano, ejemplificado por Alex (estudiado por Irene Pepperberg), demostró una comprensión del lenguaje comparable a la de un niño de cinco años. Alex no solo repetía palabras; identificaba colores, formas, materiales y cantidades, y podía decir “quiero ir allá” o “estoy cansado”. Entendía conceptos abstractos como “igual/diferente” y “ninguno”. Tenía memoria a largo plazo y reconocía más de 100 objetos. En estado salvaje, viven en bandadas ruidosas con dialectos regionales y cooperan en la vigilancia contra depredadores. Son juguetones, curiosos y forman vínculos de por vida. Pueden resolver problemas mecánicos simples, como abrir candados, y aprenden por imitación. Su cerebro, aunque pequeño, tiene una densidad neuronal similar a la de primates. Esta combinación de lenguaje simbólico, razonamiento lógico y conciencia social hace del loro gris un prodigio de la inteligencia aviar, desafiando la idea de que solo los mamíferos pueden pensar de forma compleja.
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